Espejito espejito…

Espejito espejito…

Yo conozco tu secreto. Yo sé que por esos ojos tirás hechizos y paralizás a la gente. Le arrancás una sonrisa a tus oponentes y automáticamente desprendes de sus cabezas todo tipo de imágenes con vos. Y así comienzan la ilusión y el engaño. Yo sé eso. Observo a la gente cuando te mira y les sucede igual que a mí. Se les dibuja una sonrisa en la cara y quedan hipnotizados. Las primeras veces es una mirada sanadora que transforma al mundo en una nube y hace leve al oponente. Hay quienes afirmarían que hasta los hace volar. Yo no les recomiendo, bajo ningún concepto, que se atrevan a rozar sus dedos por la suavidad de tu pelo castaño o que posen sus labios en el colchón de los tuyos. Quedarían atrapados instantáneamente.

Descubrí la fuerza de tu mirada la primera vez que nos reunimos. Su poder se develó en tu altillo neuquino en esa primavera lluviosa. Estábamos sentados sobre la cama, cuando me hechizaste por primera vez. No pude hacer más que acercar mi cara a la tuya. Pensar que pasó más de un año y el efecto está intacto ¡Y con cuanta potencia!

Tal vez no deba mirarte más. Tal vez tengamos que comunicarnos en la oscuridad o con anteojos de sol. O tal vez rendirme y descansar en la placentera hipnosis. No lo sé… ¿Qué pasará si me relajo al placer del síntoma? ¿Y si después no logro mirar ninguna otra cosa que no sea tus ojos? Seguro cualquier otra visión la sentiré forzada e incómoda. Seguro comenzarán a dolerme los ojos si dejo de mirarte. Seguro me encerrarás con todas tus otras víctimas. Dentro del espejo de tu cuarto. Yo sé que en ese espejo duermen tus víctimas, y solo se despiertan para verte mirarlos. Allí me encerrarás con ellos. Solo despertaremos para ver aquello que nos alimenta y nos nutre de placer y sentido. Viviremos solo para ver tu mirada. Tu hermosa mirada.